¿Acaso entendiste lo que significaba aprender antes de hacerlo, antes de que te obligaran a memorizar lo inútil y te taparan los ojos cuando intentabas mirar entre bastidores, allí donde se escondía el mago de Oz? ¿Acaso osaste desobedecer y correr hacia el mago para llegar a entender que él estaba igual de engañado que tú, entretenido con el drama que a todos nos escribieron para que no nos diéramos cuenta de estar prisioneros dentro del mismo teatro? ¿Acaso no es sospechoso que, de niño, te impusieran aquello por lo que luego tratarían de inducirte, encima, gratitud? ¿Has comprobado, alguna vez, si los caballos presuntamente regalados no son troyanos, construidos con lo que robaban a aquellos cuyo deber hubiera sido protegerte? ¿Qué aprendes, exactamente, cuando crees que aprendes? ¿Cómo lo haces? ¿Cuál es el poder que nos hurtan al tenernos embobados estudiando para exámenes que sólo demuestran nuestro talento para obedecer? ¿Por qué se afanan en que reforcemos en nosotros justo lo que nos atrofia, en que temamos más no dar la respuesta «correcta», según los burócratas de turno, que la libertad de no depender de sus migajas? ¿Cómo hallar en uno mismo la sabiduría enterrada bajo el miedo de quienes sólo aspiran a una tranquila mediocridad, esa que, lejos de protegernos del peligro, acaba convirtiéndose en el más letal veneno? ¿Cuáles son los prejuicios que interesa que tengas cuando castigan lo que más sueñas, persiguiéndote si te niegas a asumir tu celda como el mejor lugar posible? ¿Quiénes lograron que creyeras que la prosperidad corrompía, sino aquellos que están interesados en quedarse con tu riqueza y someterte fácilmente? ¿Quiénes te ocultaron la fuerza de los dioses fuertes, sino aquellos que hicieron que los temieras para mantenerte débil? ¿Acaso no fue alentada tu rebeldía contra quienes admirarías si no te hubiesen enseñado a odiarlos, contra quienes te enseñarían a solucionar los problemas por los que les culpas? ¿No fue una trampa que te tendieron para que, con rabia, creyendo hacer justicia, te convirtieras a la satisfecha y boba servidumbre que convenía que abrazaras voluntariamente? ¿Qué no osas reconocer para evitar problemas, evitando así vivir? ¿A qué fuerza te sometes, ante qué demonio te arrodillas, cuando no reconoces autoridad alguna a la que admirar? ¿Para qué peregrinar de curso en curso o de terapia en terapia y aprender cosas nuevas y valiosas, si no logras practicarlas y, por tanto, no se convierten en una mejor vida? ¿Qué has aprendido si no has arriesgado lo que creías saber, si te has creído siempre lo que pensabas?